Me encanta el
blog de Maria Luisa del Río porque habla de
niños y ese es uno de mis temas favoritos. Soy de las mujeres que se quedan pegadas con los realitys de la niñera experta que usando la sicología va al rescate de padres
desesperados y siempre he disfrutado de todas las wawas, incluso cuando yo también lo era.
Leyendo sus últimos posts he recordado algunos capítulos de mi infancia - pubertad que ahora quiero revisar.
Maria Luisa rescata
el valor de dormir con los niños (se refiere a los bebés). Cuando tenía aproximadamente 4 años dejé de pasarme a la cama de mis
papás en la madrugada. Solían atormentarme
pesadillas horrorosas y no es que fuera sencillo atreverme a bajar de la cama y andar por el pasadizo oscuro y solitario para llegar a su cuarto, de hecho esa parte era espeluznante pues estaba sola y lo que buscaba al cambiarme de cama era justamente seguridad y compañía.
Como decía, dejé de pasarme a la cama de mis padres a cierta edad porque me percaté de que no les hacía ninguna gracia, especialmente a mi
mamá. Yo solía pegarme mucho a ella pues necesitaba sentirla cerca para no tener miedo (un abrazo hubiera sido de gran ayuda), pero recuerdo que se incomodaba y no la dejaba dormir bien. Durante la madrugada mi papá me regresaba cargada a mi cama una vez que me había dormido. Cuando comprendí las molestias que ocasionaba empecé a intentar
superar sola mis pesadillas y lo logré.
Maria Luisa habla de la competitividad y recuerda que la dejaron en la banca cuando jugaba voley de chica, pese a que su familia había ido a ver el partido. A mi me pasó algo semejante. Solía participar de las competencias de adecore, en basket, pero el primer año pasé buena parte del tiempo en la
banca. Era de las más pequeñas del equipo y de ese grupo de petizas
no era la mejor, así que no jugaba en todos los partidos. Pero al primero me acompañó mi mamá, que fue por gusto porque nunca entré a la cancha esa vez. Y creo que nunca más fue a un partido mío.
Tiempo después mi papá aprovechó su hora de almuerzo en el trabajo para escaparse a verme jugar en el coliseo del colegio María Reina y tuvo suerte porque llegó en el momento en que iba a meter la única
canasta que hice ese día :) Luego me compró unas papitas fritas y nos llevó a mi y a mis amigas de vuelta al colegio, pues recuerdo que por traviesas, las monjas nos obligaron a ir sin el bus a varios partidos.
También recuerdo que mi abuelo me recogía de los entrenamientos y luego de los partidos. En una mano llevaba mi mochila y con la otra tomaba la mía y caminábamos. Siempre me preguntaba "y ganaron o perdieron?". La mayoría de veces tenía que darle la
triste noticia de que habíamos perdido y siempre me decía lo mismo, algo así como que poco a poco se iba aprendiendo y que teníamos que entrenar más. Cuando le decía que habíamos ganado (recuerdo haberle dado esa noticia pocas veces, nuestro equipo era malo) me decía también lo mismo: "ya ves? poco a poco...".
Concluyendo, (y que conste que aquí no quiero culpar a nadie ni hacer berrinche) considero que de niña, sin darme cuenta preferí quedarme sola en mi cuarto a experimentar el rechazo en otro. No sé si yo dormiría con mis hijos tampoco, porque en todas esas historias hermosas del blog de Maria Luisa, donde los padres duermen con sus bebitos, nadie menciona cómo hacen ellos para tener sexo o ratos de intimidad en la noche o es que a esa hora sí los pasan a su cuarto. A ver si alguien me ilustra. Y bueno, no es lo mismo dormir con un bebito que dormir con un niño de 4 años.
Lo del basket lo superé cuando empecé a entrenar en el verano con hombres (mi colegio era de niñas) y aunque no me volví una
nba girl, perdí miedo al golpe, las caídas y empecé a ser yo la que metía el cuerpo, me volví recontra lacra cuando marcaba, aprendí a driblear con las dos manos, hacía muchas más canastas, etc. Lástima que para entonces mi colegio había decidido retirarse de las competencias de adecore.
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