Estábamos en 5to de secundaria y era nuestro último retiro como promoción. Más allá del remezón emocional que puede significar para una chiquilla de 16 ó 17 años alguna de las charlas a las que es sometida, un retiro espiritual es LA oportunidad para pasarla mostro:
1. En alguna bella casa fuera de la ciudad (Chosica, Chaclacayo, Santa Eulalia, etc).
2. Con tus amigas/os en un momento de la vida en que la amistad es un valor TOP.
3. Lejos de los cuadernos o tu mamá pidiendo que aproveches de limpiar tu cuarto porque es sábado.
4. Experimentando cómo habría sido vivir en un internado con toda esa gente que adoras u odias (dependiendo el caso).
5. Contando con toda la noche para hacer travesuras (alcohol o cigarrillos solo si no te revisaron la maleta al llegar).
6. Etc.
Y no hay forma de que un grupo de catequistas controlen permanentemente a alrededor de 50 adolescentes. Por eso sucedieron cosas como el espacio en blanco.
Para que comprendan bien la historia, deben saber que se trataba de un colegio de mujeres. Una de las travesuras comunes durante ese último año –y que se inició en ese retiro- fue la de las violaciones, que consistía en meterle la mano a alguna compañera cuando estaba desprevenida o cuando el grupo considerara que era el momento propicio (porque a veces era todas contra una). No era un tema morboso, no es que todas fueramos lesbianas, era nada más una jodita.
Nos mandaron a dormir durante la primera noche. Fuimos distribuidas en dos habitaciones llenas de camarotes, ambas unidas por un baño grande. Se podía acceder de un cuarto al otro a través de este. Y solo había un adulto responsable en mi habitación, una monjita que, ni bien puso la cabeza a la almohada, se quedó SECA. Y por más que gritábamos y corríamos, no se despertaba. Los catequistas estaban lejos y ocupados, preparando el material de trabajo para el día siguiente. Las circunstancias ERAN propicias.
La gente del otro cuarto empezó a llegar en medio de la oscuridad. Muchos camarotes habían sido pegados unos con otros para poder conversar sin tener que gritar, porque lo último que la gente quería hacer era dormir. Pero en cuanto llegaron de la otra habitación, empezaron a trepar en los camarotes, por el segundo nivel. No sé si estaban violando a alguien, pero sé que había movimiento. En la oscuridad no se podía ver bien.
Silvana había estado pasando de uno a otro camarote por la parte de arriba y, mientras avanzaba, iba tocando con la mano para ver si habían unido un camarote más y poder pasar. Pero llegó justo al borde del último camarote que había sido pegado –porque ni el mío ni el que estaba a mi derecha fueron juntados con los otros- y entonces dijo “Hay un espacio en blanco”, queriendo avisar a las que venían detrás que había un espacio vacío entre las camas y que se podían caer, pero ni bien terminó de decirlo, alguien la empujó (¿sin querer?) y al instante escuchamos un ¡POM! Y de pronto ya no se oían la voz de Silvana.
Rosa estaba en el otro camarote que no se había juntado con los demás y me dijo: Diana, alguien se ha caído. Empezamos a oír gemidos. ¡Prendan la luz! Era Silvana tirada en el suelo, casi inmóvil, con expresión de dolor.
Al rato llegaron algunos catequistas y se llevaron a la gente que no era de la habitación, entre ellas a Silvana, a quien tuvieron que arrastrar de vuelta a su cuarto, porque se golpeó fuertemente la rodilla y no podía andar.
Después de todo el escándalo, la monjita seguía durmiendo. Se apagó la luz, los catequistas se fueron y colorín colorado, NO nos fuimos a dormir.
Así que si eres papá o mamá y piensas que tus hijos se van de retiro a volverse niños buenos, mejor anda haciéndote la idea...
1. En alguna bella casa fuera de la ciudad (Chosica, Chaclacayo, Santa Eulalia, etc).
2. Con tus amigas/os en un momento de la vida en que la amistad es un valor TOP.
3. Lejos de los cuadernos o tu mamá pidiendo que aproveches de limpiar tu cuarto porque es sábado.
4. Experimentando cómo habría sido vivir en un internado con toda esa gente que adoras u odias (dependiendo el caso).
5. Contando con toda la noche para hacer travesuras (alcohol o cigarrillos solo si no te revisaron la maleta al llegar).
6. Etc.
Y no hay forma de que un grupo de catequistas controlen permanentemente a alrededor de 50 adolescentes. Por eso sucedieron cosas como el espacio en blanco.
Para que comprendan bien la historia, deben saber que se trataba de un colegio de mujeres. Una de las travesuras comunes durante ese último año –y que se inició en ese retiro- fue la de las violaciones, que consistía en meterle la mano a alguna compañera cuando estaba desprevenida o cuando el grupo considerara que era el momento propicio (porque a veces era todas contra una). No era un tema morboso, no es que todas fueramos lesbianas, era nada más una jodita.
Nos mandaron a dormir durante la primera noche. Fuimos distribuidas en dos habitaciones llenas de camarotes, ambas unidas por un baño grande. Se podía acceder de un cuarto al otro a través de este. Y solo había un adulto responsable en mi habitación, una monjita que, ni bien puso la cabeza a la almohada, se quedó SECA. Y por más que gritábamos y corríamos, no se despertaba. Los catequistas estaban lejos y ocupados, preparando el material de trabajo para el día siguiente. Las circunstancias ERAN propicias.
La gente del otro cuarto empezó a llegar en medio de la oscuridad. Muchos camarotes habían sido pegados unos con otros para poder conversar sin tener que gritar, porque lo último que la gente quería hacer era dormir. Pero en cuanto llegaron de la otra habitación, empezaron a trepar en los camarotes, por el segundo nivel. No sé si estaban violando a alguien, pero sé que había movimiento. En la oscuridad no se podía ver bien.
Silvana había estado pasando de uno a otro camarote por la parte de arriba y, mientras avanzaba, iba tocando con la mano para ver si habían unido un camarote más y poder pasar. Pero llegó justo al borde del último camarote que había sido pegado –porque ni el mío ni el que estaba a mi derecha fueron juntados con los otros- y entonces dijo “Hay un espacio en blanco”, queriendo avisar a las que venían detrás que había un espacio vacío entre las camas y que se podían caer, pero ni bien terminó de decirlo, alguien la empujó (¿sin querer?) y al instante escuchamos un ¡POM! Y de pronto ya no se oían la voz de Silvana.
Rosa estaba en el otro camarote que no se había juntado con los demás y me dijo: Diana, alguien se ha caído. Empezamos a oír gemidos. ¡Prendan la luz! Era Silvana tirada en el suelo, casi inmóvil, con expresión de dolor.
Al rato llegaron algunos catequistas y se llevaron a la gente que no era de la habitación, entre ellas a Silvana, a quien tuvieron que arrastrar de vuelta a su cuarto, porque se golpeó fuertemente la rodilla y no podía andar.
Después de todo el escándalo, la monjita seguía durmiendo. Se apagó la luz, los catequistas se fueron y colorín colorado, NO nos fuimos a dormir.
Así que si eres papá o mamá y piensas que tus hijos se van de retiro a volverse niños buenos, mejor anda haciéndote la idea...
3 comentarios:
jajjaa pero a Silvana no le dolió la rodilla solo por la caÍda sino porque también se cayeron encima magali y no se quienes mas, que se fueron corriendo y en eso dijeron oe y silvanaaa jaja y taba tirada llorando jajaj q risaaaaa quiero volver al cole aaahhh!
Realmente me has hecho reir con esto. Las anécdotas del colegio son las mejores.
Aunque no todos los retiros se prestan para hacer palomilladas - por ejemplo, en los que estuve durante mi Confirma fueron más bien sin espacio para ello, o el tiempo libre lo ocupábamos en aprender canciones de Silvio o Pablo - en buena parte de ellos ocurren cosas como las que cuentas.
JAJAJAJA....mujer..lo has contado tan bien que casi se me caen las orejas de risa....!!!
Vale, nadie se pone santo en 3 dias, es un bonita experiencia de ampliar la convivencia justo cuando uno se van a separar para siempre de esos encuentros diarios escolares.
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